sábado, 29 de marzo de 2014

Todos somos calle


Por: Jorge Iván Ballesteros Toro

Durante años, la comunidad hace un llamado a la sociedad y al Gobierno tomador de decisiones sobre los hechos que afronta la ciudad actual a costa del consumo de materiales. El derroche nos enloquece, la velocidad nos fascina, la vida no importa. Nos estamos matando.

El esfuerzo mancomunado logra que las ideas se pronuncien. Un llamado de la ciudadanía, nos preocupa la ciudad. La ciudad del Siglo XX carcome con el cemento el futuro de las próximas generaciones y lo peor del caso, nadie dice nada, nadie se preocupa. Las obras de ingeniería que rompen lo natural se les alaba, se les glorifica y se les premia. Hasta cuando seguiremos en este intríngulis del pensamiento anacrónico que ciega los pensamientos jóvenes. Nos castran el pensamiento, nos roban nuestras ganas de vivir en armonía.

Los Anacrónicos se insertan en las nuevas formas del diseño urbano con una mirada absurda e incoherente, donde el carro es el rey, su majestad. Cualquier cosa diferente huele a caos, a crisis. Será que una vía que por muchos años ha contaminado, asesinado y robado el espacio público se muere si se destina su espacio para la gente. Las mentes de estos personajes deberán llevarse a algún tribunal arbitral, sometérseles a un código de ética, si es que la tienen.

Nuestras ciudades cada día están sufriendo por culpa de unos pocos y su transformación requiere del esfuerzo colectivo. No deben ser paños de agua tibia, debe ser un cambio drástico. Asumir riesgos para generar oportunidades. Equidad en la ciudad.

La ciudad requiere una revolución, una revolución que humanice la ciudad. Una revolución que transforme pensamientos. Una revolución que invite a la pacificación. Una revolución culta. Una revolución que invite al placer del espacio público. Una revolución Colectiva.

Todos somos peatones, todos somos ciudadanos, todos somos calle. Que viva la revolución.

sombras